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Factoría (del latín facere (hacer); en portugués, feitoria) es el nombre que durante la Edad Media y la Edad Moderna se daba a los puestos comerciales destinados a promover el comercio entre el país u organización que establecía la factoría, y las regiones en las que se radicaba. Las factorías podían estar situadas en una colonia gobernada por una metrópolis, o en un territorio extranjero. Podían estar gestionadas directamente por agentes nombrados por la metrópolis, o por compañías comerciales, o por organizaciones de mercaderes extranjeros que residían en una misma población o territorio.
En la factoría, los comerciantes locales podían interactuar con agentes comerciales extranjeros conocidos como factores (del portugués feitor), quienes servían de intermediarios entre los mismos y sus clientes en la metrópolis. La factoría servía para defender los intereses comunes de los factores, principalmente los económicos (aunque también los de seguridad personal), operando al mismo tiempo como mercado, almacén y aduanas. También servía de apoyo para facilitar la exploración naval o terrestre del territorio, y podían actuar como sede o gobierno de facto de las comunidades locales, o como oficina consular. Esto posibilitaba el mantenimiento de relaciones comerciales regulares con la zona de influencia de la población donde estaban asentados, que frecuentemente estaban muy alejada de la metrópolis.[1][2]